TERCERA EDAD-YOGA


Nunca es demasiado tarde para el Yoga!


Tanto si tienes 55 como 95, nunca es tarde para empezar a practicar yoga. ¡Eres sólo tan mayor como te sientas!
 
 
 
 

Se dice que “la vejez es la serenidad”, que es “la prudencia”, se dice,
incluso, que debería ser “una estela de luz” o que debería ser “una cima” y aún
más.
"Nadie puede escapar al envejecimiento; es un proceso existencial propio,
privativo e intransferible de cada ser. Es necesario considerar el envejecimiento
como una etapa importante de la vida, que dependerá de nuestra actitud interna, de
cómo tomemos esta fase de la vida que, convencionalmente, se denomina tercera
edad. El Yoga es una técnica de liberación y bienestar, que es sumamente
favorable adoptar en este período de la vida", afirma David Lifar, Director de la
Fundación Indra Devi.
Para la tercera edad es esencial aprovechar toda técnica o sistema que le
pueda resultar favorable. Todos queremos vivir y, a la vez, tememos envejecer.
Durante la infancia y la juventud se da en el individuo un fenómeno de crecimiento y
construcción; luego, por el contrario, sobreviene un proceso de deterioro. Hay
muchos trastornos, como la artrosis, propios del deterioro físico que se produce; los
trastornos muchas veces pueden prevenirse o retardarse. Como dice el adagio, en
geriatría "no aumentar años a la vida sino vida a los años".
Hay dos clases de envejecimiento: armónico, natural o desarmónico,
prematuro, patológico. Tenemos que fomentar una actitud de enriquecimiento y
crear las condiciones para que ese envejecimiento sea natural, alimentando un
estado de ánimo contento, fresco y jovial, aun cuando nuestra edad sea avanzada.
El Yoga, con sus diversas técnicas, aporta una ayuda invalorable a las
personas de edad. Por otro lado, es conveniente tener en cuenta que hay
enfermedades propias de la vejez, pero muchas otras no lo son. Podemos observar
que hay personas de edad avanzada en excelente estado de salud y personas
jóvenes con una salud precaria.
Hay una serie de principios que es conveniente, en lo posible, respetar al
máximo:
a) Conservar el peso que se tenía a los treinta años.
b) Adoptar, sobre todo, dietas ricas en verduras y frutas frescas.
c) Mantener cierta actividad física, evitando el sedentarismo.
d) Prevenir trastornos propios de la vejez.
e) Vigilar el sistema endocrino, con el aporte de vitaminas necesario.
f) Tener una ocupación o actividad estimulante.
g) Tomar períodos de descanso en un clima armónico y sedante.
En la plenitud de la tercera edad, no sólo hay que propiciar los aspectos
curativos, sino de manera especial los aspectos preventivos; queda descontado que
todo lo que pueda hacerse en este sentido es positivo y la milenaria ciencia del
Yoga juega un papel muy destacado. El Yoga es una técnica de liberación y
bienestar, que es sumamente favorable adoptar en la tercera edad.

 
 Generalidades
 
La ancianidad es una etapa más de la vida, para la que debemos
prepararnos con objeto de vivirla de la mejor manera posible.
Nacemos, crecemos, maduramos, envejecemos. Hay que aceptar todo el
proceso y adaptarse física y psicológicamente a cada una de sus etapas. En los
primeros estadios de la vida, la evolución es muy rápida; los cambios que sufre el
ser humano en muy pocos años, desde que nace hasta la adolescencia, son muy
significativos. El individuo está en constante evolución, diariamente su cuerpo se va
desarrollando, hasta convertirse en adulto. Paralelamente, hay un desarrollo a nivel
psíquico e intelectual, el niño y el adolescente van madurando y aprendiendo muy
rápidamente. A medida que la persona se va haciendo mayor, esta evolución es
más lenta, o al menos, más latente. Alrededor de los 21 años, el crecimiento
corporal se detiene, el joven deja de crecer físicamente, aunque su organismo sigue
evolucionando. Podríamos decir que el crecimiento o, mejor dicho, el desarrollo es
más a nivel intelectual que físico.
Más adelante, llega un momento en que el organismo comienza una fase de
involución y se inicia un envejecimiento. Exteriormente, se manifiestan algunos
rasgos de envejecimiento como: cabellos blancos, arrugas en las manos y en la
cara, flacidez y demás signos de envejecimiento. También los órganos internos
empiezan a dar señales de cansancio o de falta de atención, como, por ejemplo,
dolores musculares o articulares, problemas respiratorios, o bien circulatorios.
Socialmente, se considera que es alrededor de los 60-65 años, edad que coincide
con la jubilación, cuando estas señales empiezan a manifestarse. A pesar de que
cada organismo, cada tejido, cada aparatos envejece por cuenta propia y con
velocidad y ritmo distintos a otros, no se puede hablar de un punto, un instante en la
vida del ser humano en que la evolución se vuelva involución. Sus causas
continúan siendo un misterio, aunque se han efectuado y se siguen realizando
numerosos trabajos de investigación al respecto. Dichos trabajos han demostrado
que el programa de vida inscrito en nuestros genes se desarrolla de manera distinta
según los individuos y está considerablemente influido por el medio en que vivimos.
La persona mayor ha de tomar una actitud positiva en la vida y la primera de
estas actitudes básicas es aprender a ser uno mismo, aprendiendo a saber vivir
consigo mismo, a conocerse tal y como uno es, con sus dimensiones reales,
espaciales, temporales, corporales y espirituales.
A lo largo de toda la vida vamos aprendiendo y madurando. La tercera edad
es el momento más alto de madurez. Las personas mayores tienen en su poder un
tesoro de sabiduría y experiencia, y sólo por ello merecen respeto, por lo que deben
ser valoradas y no marginadas.
Son muchos los años que permiten prepararse para la vejez. A lo largo de
toda la vida se tiene la posibilidad de disponerse a vivir una ancianidad sana y
equilibrada y de aceptar la llegada de este momento evolutivo de una manera
positiva y natural. De hecho, cada etapa de la vida supone una preparación para la
siguiente. Así como la infancia es una preparación para la adolescencia, ésta es
para la edad adulta y esta última para la vejez. Para vivir una vejez sana, es
necesario interiorizar cada una de las etapas anteriores y aprovechar las
posibilidades que ofrece cada momento evolutivo. Hay que enriquecer las vivencias
e intentar ser felices siempre que sea posible, buscar soluciones a los problemas
que vayan surgiendo a lo largo de la vida y encontrar alternativas para cada
situación. Hay que procurar seguir evolucionando siempre, tanto física como
intelectualmente, sin dejarse llevar por la comodidad y la rutina, fortaleciéndose,
enriqueciéndose en todo momento y a cualquier edad. Hay que sentirse vitales
siempre, desde el nacimiento hasta la muerte. Cuanto más se enriquezca la vida y
de cuantos más recursos se disponga para enfrentarse con las diferentes
situaciones, mejor se afrontará la vejez y mejor se aceptarán los posibles
problemas con los que nos podemos encontrar en esta etapa de la vida.
Nos parece básico vivir siempre con ilusiones, hacer planes, tener proyectos
a corto y a largo plazo. Aprender a valorar las pequeñas cosas de la vida, lo que
sucede a diario, para fortalecerse y enriquecerse interiormente. Llegada a la vejez,
es necesario no encerrarse en uno mismo y no dejarse vencer por los problemas y
las preocupaciones. Aunque la sociedad nos jubile, seguimos siendo personas
llenas de necesidades y motivaciones; será necesario, pues, aceptar con optimismo
la nueva situación y buscar en todo momento la parte positiva de las cosas. Es
importante buscar actividades gratificantes que ocupen el tiempo libre de que se
dispone, que ayuden a sentirse mejor, a aceptarse a sí mismo y a los demás.
Algunas de ellas deberán estar encaminadas a mejorar la agilidad y a sentir, valorar
y conocer el propio cuerpo. Posiblemente, a lo largo de la vida, no se haya
dedicado tiempo al cuidado y conocimiento del cuerpo, ha estado abandonado y
olvidado y sólo en el momento en que éste comienza a fallar, a dar signos externos
de envejecimiento, nos damos cuenta de que tenemos un cuerpo al que hay que
atender.
Pocas veces a lo largo de la vida, nos paramos a pensar en el cuerpo, a
sentirlo, a observar cómo se mueve y se desplaza, cómo reacciona ante el exterior
y cómo se relaciona con su entorno. Nuestros movimientos se han visto limitados a
los necesarios para la realización del quehacer diario: desplazarse para ir a
trabajar, agacharse a recoger algo que se ha caído, sin fijarnos siquiera ni cómo
nos agachamos, etc. Muy pocas han sido las horas que se han dedicado a conocer
el propio cuerpo, a sentirlo y a valorarlo.
Hay que intentar, pues, ahora, con la jubilación, dedicarle un tiempo. Hay
que ayudar al cuerpo a que envejezca armónicamente y hay que darle la atención
que se merece y así responderá mejor a todo el proceso de envejecimiento, el cual
no causará ninguna frustración ni planteará problemas, sino que la vejez será una
etapa más de la vida en la que podremos estar de forma natural. Hay que dar al
organismo lo que necesita para mantenerse sano: una comida equilibrada y una
actividad física adecuada, evitando, en lo posible, tomar medicamentos o similares.
El organismo envejece, se transforma y va perdiendo progresivamente sus
facultades. En cada persona, este proceso se produce a un ritmo diferente. Hay
quien, aún conservándose en óptimas condiciones físicas, pierde facultades
mentales como, por ejemplo, la memoria. De todos es conocida la demencia senil,
en que hay una degeneración de las capacidades mentales de la persona como
puede ser: despiste, pérdida progresiva de la memoria, poca capacidad para
prestar atención. A medida que pasan los años, estas alteraciones se van
acentuando. Ello no significa que todas las personas mayores sufran esta
alteración; también puede ocurrir lo contrario, que una persona se conserve en
óptimas condiciones psíquicas y que, sin embargo, pueda tener problemas de tipo

físico, como artrosis, problemas cardio-circulatorios, o bien respiratorios. Lo que sí
es cierto es que frente a todas estas posibles alteraciones que pueden sufrir las
personas mayores, la actividad física actúa positivamente, ya sea como prevención
o bien como mantenimiento. Así pues, cada persona deberá practicar el tipo de
actividad física que más le convenga y que se adapte mejor a sus necesidades,
trabajando a la intensidad y al ritmo que le sea más cómodo.
Para trabajar de la forma más adecuada, es importante que cada persona
conozca su cuerpo, sus posibilidades de movimiento, su capacidad de realizar un
ejercicio de forma correcta sin llegar al agotamiento físico ni psíquico, que controle
sus necesidades y sea consciente del tipo de actividad que le es más conveniente.

fuente:
 http://www.estudiodeyoga.es/EstudiodeYoga/Curso_Yoga_files/pepamico.pdf