YOGA PARA NIÑOS

Yoga para niños: lecciones de paz

Reciben clases de yoga como si fuera matemáticas, una asignatura curricular con la misma importancia. Conozca los beneficios del yoga en el aula.
Por: Luis Aguirre (Máster en Yoga)
Tienen seis años y salen del aula con la alfombrilla debajo del brazo al patio del preescolar. Son las 9:00 am. “¡Maestra, namasté!”, saludan llevando sus manos en oración al pecho. En silencio se sientan. Los 20 niños miran a la cámara de la fotógrafa con emoción. Reconocen que será una sesión de yoga diferente. Son participativos y colaboradores.
“Me gusta el yoga porque es muy divertido”, responde Sofía, quien siempre tiene una solicitud especial cada semana: “El happy feet”. Sí, como el de la película de los pingüinos. Y es que ellos están literalmente “rompiendo el hielo”. Ella sube a las piernas de su instructora, apoya sus manos en la barbilla, la sostienen de los codos, y junta las plantas de los pies. Sus compañeros hacen una reverencia y esperan a que les toque su turno. Gustavo prefiere armar el camello aéreo. Otras dos niñas muestran su guerrero dos en dupla.

Cada uno de ellos son testimonio de una gran seguridad y confianza que han ganado con la práctica. También del poder de la concentración, el entusiasmo por aprender, por integrarse, por el respeto y una cadena de valores compasivos que día a día los pone a prueba en la alfombrilla y luego cuando regresan a las aulas.
Evelyn Aguirre, instructora de los chicos en el Ceip Georgina Morillo (Kai-Kashi), en Maracaibo, mientras los guía para armar la postura de equilibrio “El árbol”, les explica la importancia de su permanencia, que si se caen siempre es un buen momento para volverlo a intentar hasta que un día la conquisten sin esfuerzo físico, sino con su potencial energético. De esta manera, lograrán un desarrollo armonioso y generar un mejor ambiente para trabajar en clase.
Eso motivó a la directora de la institución, Isabel D’Alessandro, a incluir el yoga en el pensum curricular. Ella había asistido a un congreso internacional de educación en Alemania hace cuatro años y allí los franceses mostraron los resultados del yoga en aula. “Descubrí que eran los pioneros y regresé a Venezuela convencida de que tenemos que levantar una nueva generación que trabaje su paz interior, más allá de que si tienen la letra fea o memorizan todo el abecedario. Eso es obsoleto”.

Isabel, en tres años, ha visto cómo los niños se preparan con ejercicios de respiración para exponer con soltura, confianza y seguridad delante de los padres. Además sacan adelante lo mejor de su talento. “No se puede acumular conocimientos sin estar bien con uno mismo”, apunta.
Las maestras cada año levantan un informe en el que han enumerado los beneficios más visibles de la práctica del yoga en el colegio, el que más destaca es que se enferman menos. Además, canalizan mejor las emociones. Siendo tan pequeños han logrado adaptarse rápidamente a los cambios. “La intención no es que sean otras personas; todo lo contario, que acepten quién es, con sus defectos y virtudes. Que se puede mejorar desde las acciones sin el trauma de ir al psicólogo o al pedagogo”, agrega Isabel.
Evelyn siempre da una directriz muy clara: “El niño necesita la seguridad que le da el guía, pero nunca impongo; les hago sentir que pueden crear, desarrollarse, expresarse… Aprenden a jugar con cariño, se reconocen. El yoga significa unión, y ellos se conectan en cuerpo, mente y espíritu”.

Cuando los niños están, por ejemplo, abriendo el pecho, en una asana (postura) como el gato, realizan un trabajo físico que les ayuda a eliminar toxinas y desbloquear zonas donde usualmente la energía se estanca y traba la circulación por todo el cuerpo, en especial las emociones y los sentimientos. Y si le agregan un ejercicio de respiración consciente, de mover la columna vertebral en el mismo gato, entonces disminuirán grados de ansiedad .

Isabel cuenta la anécdota de una mamá que le dijo un día llegando a dejar al niño al prescolar: “Había una cola enorme porque se dañó el semáforo y mi hijo me acaba de decir: ‘¡Mami, respira..! Entra el aire por la nariz y sale también por la nariz, como hacemos en el preescolar”. Sin duda, la mamá aplaudió el consejo y quedó sorprendida. Mientras que a Isabel no le extrañó porque “así es el yoga: aleccionador de vida”. De hecho, hace tres años, antes de pedir los permisos requeridos al Ministerio de Educación, para incluir el yoga como asignatura curricular, realizó varios talleres para padres, sobre todo porque había mucho ruido de que si se trataba de algo religioso. Les quedó claro que no. Ahora ven los resultados. Los hijos les enseñan a no perder la paciencia, a tomar conciencia de que todo pasa y que no es necesario exponer las emociones por situaciones o circunstancias externas. Y todo esto es consecuencia de apenas 45 minutos a la semana.
“El grupo ha evolucionado en relación a las primeras sesiones, permanecen en silencio y concentrados, conocen cada etapa, disfrutan bastante, poco a poco van conociendo su cuerpo y posibilidades. Se relajan y calman, incluso los más inquietos. Se interrelacionan mejor y los más tímidos se integran y participan", concluye Evelyn.

Tips: Armonizar las emociones
- Una experiencia similar tiene la psicóloga Rosario Espina, instructora de yoga en la educación, familias y niños. Ella se encargó de asesorar a sus colegas del colegio Bellas Artes en Maracaibo. La idea surgió con una clase demostrativa.
-“Al principio los chicos se mostraron un poco apenados, pero a medida que la clase y las instrucciones iban sumergiéndose en la práctica, se sentían más cómodos y hasta se divertían con algunas posturas. Entre bromas y equilibrio aprendieron un poco del mundo del yoga".
-Lo que más les gustó fue la relajación guiada, en donde se utilizaron palabras positivas,
creando un discurso de empoderamiento”. ,